Ya casi estamos en febrero y aún no he recibido mi regalo de Reyes. Sí, ya sé que lo que he pedido no viene así de rápido como otros regalos al uso, y que tampoco me lo puede traer Amazon de un día para otro, pero yo espero que de aquí a un tiempo los reyes, y especialmente Gaspar, que es al que le he mandado la carta, me hagan llegar mi petición.

Carta a los Reyes Magos

Ya casi estamos en febrero y aún no he recibido mi regalo de Reyes. Sí, ya sé que lo que he pedido no viene así de rápido como otros regalos al uso, y que tampoco me lo puede traer Amazon de un día para otro, pero yo espero que de aquí a un tiempo los reyes, y especialmente Gaspar, que es al que le he mandado la carta, me hagan llegar mi petición.

Quizás os parezca raro, pero este año he pedido solo una cosa: comerciantes. Comerciantes para mi cuidad, para mi barrio, para mi pueblo. He pedido comerciantes de los que iluminan las calles con su sonrisa, su amabilidad y su ilusión. De los que da gusto saludar cuando pasas por su negocio porque siempre te regalan una palabra bonita o un buen deseo. Yo he pedido de esos.

Y espero que me los traigan pronto, porque no me estoy pudiendo ni imaginar qué es la calle sin ellos y ellas, sin nosotros. No solo damos luz y color a calles y plazas y somos presencia para lo que haga falta, sino que además, abastecemos de bienes y servicios esenciales para la vida, la salud, el bienestar y mucho más.

Si las instituciones han de velar por que esos servicios no falten al pueblo, han de velar también porque no falten los y las que los suministran. Han de cuidarlos para que no se vayan y apoyarlos de forma eficaz y real para que emprendan y nuevos negocios alumbren las calles oscuras.

Estoy incluso empezando a pensar que a los comerciantes nos deberían otorgar un cierto grado de funcionariado, por el servicio que hacemos a la población. Además, no hay como comprar en un comercio cercano y con calidad. Y cuando digo calidad no me refiero a producto caro o exquisito, sino que me refiero a atención personalizada, a profesionalidad en su sector, y a productos que llenan mi nevera, mis armarios y mi casa de artículos de verdad, de fundamento.

Ese es un comercio de calidad para mí, en detrimento de esas tiendas que salen en las calles más comerciales de todas las ciudades como la mala hierba en el huerto, y que no venden más que humo. Productos de pésima calidad por dos duros que, literalmente, no valen para nada. Se estropean enseguida, son puro plástico y que tarde o temprano acaban en tu papelera llenando nuestro planeta de más basura.

Yo no he pedido esos comercios en mi carta al rey Gaspar. He pedido los pequeños comercios que hacen mi ciudad diferente a las demás, única, porque su comercio es único.

Y ya, puestos a pedir he pedido que sus majestades nos manden pescateras y pescateros profesionales, que estamos muy necesitados, que ya son muchos los barrios y pueblos cercanos que se están quedando sin pescaderías.

Y como tenía sitio en mi carta, no solo he pedido comerciantes con ilusión para servir a los demás, sino que
también he pedido políticos. Muchos políticos concienciados de que sin comercio de calidad y calidez la vida de las cuidades está muerta. Políticos que no llenen su boca de grandes propósitos de apoyo a los comerciantes sino que llenen sus carteras de planes reales, eficaces y eficientes para asegurar que a la ciudadanía no le falten servicios, que a las y los comerciantes no les falten apoyos y que a las calles no les falte vida.

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